Víctima y verdugo: «Oppenheimer» (Christopher Nolan, 2023)
Hace unos días tuve la suerte de ver la última película de Christopher Nolan, y digo suerte porque en todas las ocasiones que he ido al cine no ha habido sitio en ninguna sesión. El fenómeno Barbenheimer está presente y yo estoy aquí para disfrutarlo (y lo he hecho). Aviso de que este artículo contiene spoilers.
Por supuesto que me encantó Barbie (Greta Gerwig, 2023), pero eso no significa que no me pueda gustar Oppenheimer, que por lo que veo en las redes sociales hay que decantarse por una de las dos. Vaya tontería. Ambas películas son buenas en sus respectivos campos, la primera es entretenida y con un discurso sobre la humanidad de las personas y esta segunda recae en la ética y la moral de ciertos actos de la humanidad. Creo que hasta cierto punto (aunque sea remoto) ambas películas hablan entre ellas, cosa que me fascina porque nunca pensé que sería posible. Mi Barbenheimer ha sido todo un éxito porque ambas películas me han fascinado, al fin y al cabo las dos hablan de los seres humanos, con sus imperfecciones.
Obviamente, la cinta del inglés es objetivamente superior a muchos niveles: visual, estético, narrativo y sonoro. Aunque nunca podré ver como la filmó Nolan, ya que, al filmarla en IMAX 70mm, solo hay 30 salas alrededor del mundo y la mayoría están en Estados Unidos; pero bueno, verla en mi cine de confianza no me impidió disfrutar de los 180 minutos de metraje, ni mucho menos. No voy a mentir, iba con un poco de desconfianza ya que su última película, Tenet (2020) no fue para nada de mi agrado, ya que por lo que me pude fijar Nolan no está muy inspirado cuando escribe solo, los mejores guiones que tiene son con su hermano. Creo que en esta película se salva por estar basado en una biografía llamada Prometeo americano: el triunfo y la tragedia de J. Robert Oppenheimer, escrito por Kai Bird y Martin J. Sherwin; a es aquí cuando Nolan entra en el terreno de juego, adaptando el libro y haciendo esos saltos temporales que le caracterizan tanto. Y subjetivamente pienso que esos saltos están muy bien ejecutados, de una manera muy elegante, en blanco y negro y con unos planos bellísimos.
La película hace reflexionar al espectador durante las tres horas de duración, desde que el comandante Groves (Matt Damon) le viene a pedir a Oppenheimer que lleve a cabo un proyecto secreto contra los Nazis hasta el «enjuiciamiento» que se le hace años después. Alguien tenía que salir perjudicado de esa situación, y no iba a ser el presidente de los Estados Unidos. Cuando Harry S. Truman (Gary Oldman) le llama para hablar con él después de los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki, Oppenheimer le trasmite que cree que tiene las manos manchadas de sangre, y el presidente le responde que no odian a quien ha creado la bomba, sino a quien la ha soltado; este mismo llama llorón al científico. ¿Por qué? ¿Por tener sentimientos y remordimiento? Nunca lo admitió públicamente pero estaba devastado por las muertes de civiles en Japón. Dijo que cuando se hizo la prueba se le vinieron a la mente estas palabras: «Ahora me he convertido en la muerte, el destructor de mundos». Y razón no le faltó.
Parece ser que los americanos tienen esta afición por meterse donde no les llaman, armando jaleo allá donde van. Siempre han andado metiéndose en asuntos que no les conciernen y así les va; se pensaban que con la bomba atómica pararían a los nazis y acabarían con la Segunda Guerra Mundial, es verdad que salvaron a Europa de los Nazis, pero no fue gracias a la bomba, entonces, ¿por qué no parar el desarrollo de esta? en vez de lanzarla a un enemigo que ya estaba casi derrotado. Esto abre la puerta a un mundo de armas nucleares que está presente a día de hoy y que asusta muchísimo.
En un momento determinado de la película, justo al descubrir que se han lanzado las bombas en Japón, Oppenheimer hace un pequeño discurso en ese pueblo que hicieron construir en Los Alamos, diciendo que es una victoria y lo que más me impactó fue el fervor con que la gente vitoreaba la supuesta victoria de Estados Unidos, aunque la realidad fuera otra: la muerte de miles de civiles inocentes para demostrar la fuerza que tenían. Tanto Oppenheimer como todos los que estaban al mando de esta operación sabían el alcance del arma, pero se siguió adelante con una frialdad absoluta porque claro, había que ganar la guerra.
En definitiva me parece una película brillante con un reparto estelar y unas actuaciones dignas de Oscar, y no sería de extrañar que Cillian Murphy se lo lleve, pero con lo que está pasando últimamente en los premios ya no sé que pensar. Aunque dure 3 horas, la película se hace amena porque hay un buen ritmo, la información que se brinda a veces es compleja porque el público general no tiene nociones de física pero más o menos se sobreentiende. Lo que está claro es que el gobierno de Estados Unidos necesitaba un chivo expiatorio después de lanzar las bombas y quien mejor que el creador, pero la jugada no salió muy bien.
Graduada en Comunicación Audiovisual por la Universidad Pontificia de Comillas y actualmente trabajando en el departamento de producción del programa 5 Dies que se emite en IB3; además, una de las locutoras de un podcast de cine llamado La Belleza del cine que comparto con mi hermana y que está disponible en Spotify.