Representación, Ideología y Recepción en la Cultura Audiovisual

5 razones para no ver «La Verdad» (Mediaset, 2018)

En este blog tendemos a realizar artículos con la finalidad de recomendar los visionados de las series y/o largometrajes de los que escribimos. Tal vez guiados por nuestras preferencias personales o debido a las líneas de trabajo que cada uno de nosotros analizamos durante nuestra investigación. Incluso, algunas de las ficciones más superfluas pueden despertar nuestro interés académico. Sin embargo, aunque en muy baja medida, también identificamos ficciones que no despertarán nuestra simpatía por diversas razones – muchas de ellas personales y otras por nuestra experiencia como investigadores y conocedores del mundo audiovisual. Aunque ya sabéis que, para gustos, colores. Este es el caso de la serie de Mediaset, La Verdad, la nueva apuesta de Telecinco para su parrilla de verano (aunque estuviera guardada en un cajón desde 2016).

1. Una ficción española de contrastes. Sin duda, la ficción española está viviendo una situación de auge cualitativo innegable. En los últimos cinco años los creadores y productoras se han acogido a nuevas formas narrativas y estéticas que han supuesto una apertura artística relevante que están (re)enganchando a las audiencias nacionales; así como el inicio de la aplicación de fórmulas transmediáticas que lanzan las series españolas al mercado internacional. Paquita Salas, Vis a Vis, La Casa de Papel, Fariña, La Peste, La Zona, El Ministerio del Tiempo o Cuerpo de Élite son perfectos ejemplos de ello. Sin embargo, todas ellas tendrán dos factores comunes: por un lado, la necesidad de una renovación de las fórmulas prototípicas; y, por otro lado, la financiación de instituciones privadas con suficientes recursos para poder llevarlas a cabo – muchas de ellas pertenecientes a Atresmedia o Movistar+. Así, se hace evidente la clara diferenciación cualitativa entre las series de ficción producidas en primetime por Atresmedia y Mediaset (responsables de Telecinco y Cuatro) donde esta última estará a las antípodas de la primera; tal vez debido al énfasis de ésta en la programación telebasura. En este sentido, las series de Mediaset parecen estar condenadas a no obtener excesivo éxito tal como muestran sus producciones más recientes como Ella es tu padre, Perdóname, Señor o El accidente retiradas después de que las cifras de audiencia no les acompañarán.

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2. La inverosimilitud de la acción. Por su parte, La Verdad nos situará en la ciudad de Santander, donde la joven Paula García regresará tras casi una década de cautiverio. La joven, quien desapareció con tan solo 8 años, será el centro neurálgico de la serie donde se seguirá la investigación a cargo de la policía local para esclarecer los hechos que llevaron a la niña a desvanecerse; así como planteará a las audiencias si Paula es quien dice ser. Si bien es cierto que La Verdad se mueve dentro de los esquemas del thriller – género que, poco a poco, está proliferando en nuestra ficción con bastante éxito – los ingredientes con los que se maneja no estarán muy bien combinados que digamos. El microcosmos que plantea la serie es un mundo completamente inverosímil donde la cadena de acción es realmente improbable en cualquier escenario; además de la precipitación y rapidez de las resoluciones dramáticas que no dejan «respirar» ni «pensar» al espectador. La serie apostará por una fórmula del género un tanto caduca, previsible y pseudo-culebronera para un público acostrumbrado a thrillers con una complejidad narrativa y unos planteamientos temáticos más sórdidos. Una verdadera lástima ya que la premisa resulta ser muy interesante y con fructíferas posibilidades.

3. La gestión de la información. Esta es, sin duda, la regla más importante de todos los thrillers. Cómo se gestione el ritmo y la dosificaión de la información serán las claves para que el espectador se enganche a la trama o no. Más allá de sus otras carencias – que pueden ser más o menos subjetivas – esta es la más contundente de La Verdad. Su tendencia a la improvabilidad y a la previsibilidad argumental viene dada por una mala disposición de la información a través de la configuración de los diálogos y del desarrollo de los personajes. Es decir, la extrema verbalización de los acontecimientos que anticiparán la acción – saltándose la regla básica del «Show, don’t tell« -, por un lado; y la utilización de clichés para definir a sus personajes y las relaciones entre los mismos, empezando por la propia protagonista, por otro lado.

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4. La descompensación interpretativa. A pesar de que uno de los grandes alicientes de la serie es su amplio reparto coral con grandes nombres como Lydia Bosch, Ginés García Millán, Susi Sánchez o Jon Kortajarena (con su debut como actor televisivo en el panorama nacional), la intrepretación de la mayoría de éste deja mucho que desear. A excepción de Elena Rivera – protagonista absoluta de la serie y con un gran talento para explotar en un futuro – el trabajo del resto del elenco respira una sensación de artificialidad y sin apenas matices. Cabe decir que la inverosimilitud de los personajes es debida a su desarrollo irregular y a la utilización de estereotipos. Además, no hay nada peor que unos personajes que se alejen de las acciones/reacciones no existentes en la vida cotidiana. Con un material tan impersonal, es complicado que los intérpretes puedan lucirse.

5. ¿Qué pasará de ahora en adelante? He de decir que yo soy de esos espectadores que si no se enganchan a una serie a los 3-4 episodios, simplemente, no la continuan. Tras visualizar cuatro de ellos, en los cuales han acontecido muchos sucesos (demasiados si tenemos en cuenta lo comentado en los puntos anteriores), yo me pregunto: ¿qué puede pasar más que no haya pasado ya? y ¿cómo van a sostener el argumento hasta 16 episodios, que son los que están programados según fuentes oficiales, sin desviarse de sus premisas iniciales? Recordemos que se trata de episodios de unos 70-75 minutos de duración llenos de acciones atropelladas y simplonas con resoluciones casi inmediatas que enredan más que aclaran. En definitiva, La Verdad es un thriller un tanto fallido que decepcionará a aquellos espectadores exigentes y acostumbrados a unas narrativas más complejas y unas fórmulas más arriesgadas.

 

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