5 razones para ver «The Kominsky Method»
Entre las series de Netflix renovadas para una nueva temporada este año se encuentra The Kominsky Method, estrenada en noviembre de 2018 y que de momento cuenta con ocho episodios. Es una comedia que se aparta del formato sitcom tradicional (risas enlatadas, uno o dos escenarios interiores, etc.) y a la que creo que hay que darle una oportunidad por las siguientes razones:
1. Su creador: The Kominsky Method es un título de la Factoría Lorre, de donde han salido comedias de éxito como The Big Bang Theory (que se ha comentado en este blog episodio a episodio), Two and a Half Men o Mom, entre muchas otras. Chuck Lorre ha demostrado antes que es capaz de jugar con muy distintos tipos de humor, y que sus creaciones pueden tener protagonistas, temáticas y públicos objetivos muy diversos. Aquí hemos amado y odiado a las criaturas “lorrianas”, como puede verse en publicaciones anteriores, y esta vez animamos a conocer a sus “abuelos”. Sandy Kominsky y Norman Newlander, los protagonistas de la serie que nos ocupa, no son Charlie Harper ni Sheldon Cooper… afortunadamente. Ofrecen valores propios que tienen que ver con su entidad de personajes de ficción, pero también con los intérpretes que les dan vida.
2. Los actores principales: Si hace treinta años las “chicas de oro” (The Golden Girls: NBC, 1985-1992) rompieron el molde al poner en el centro de las historias a cuatro jubiladas encarnadas por actrices a quienes nunca más imaginaremos en otros personajes, The Kominsky Method nos acerca a Michael Douglas y Alan Arkin sin artificios. Alejados de papeles anteriores en los que la edad era un monstruo del que escapar a golpe de maquillaje y aire seductor (sobre todo en el caso de Douglas), Sandy Kominsky y Norman Newlander son dos hombres de setenta y tantos que se enfrentan como buenamente pueden a lo que la edad les pone por delante. Es especialmente refrescante ver a Douglas como Sandy alejado del sex symbol forzado abrazado a jovencitas de tantos filmes de Hollywood. Aquí quien le toca de forma inapropiada es su urólogo (un hilarante Danny DeVito); su alumna-amante de turno peina algunas canas menos que él, pero no tantas; y la repentina viudedad de su mejor amigo Norman le pone cara a cara con la muerte, la soledad y otros fantasmas. El Douglas viejo es en realidad un nuevo Douglas que da gusto conocer.
3. El humor hecho palabra: Si en ocasiones anteriores Lorre había pretendido hacer reír a golpe de situación escatológica (insoportables en ese sentido algunas escenas de Alan Harper en Two and Half Men), y si había caído en la infantilización de personajes o simplificación de tramas cuando sus personajes llevaban demasiado tiempo en pantalla (ya lo siento por The Big Bang Theory, pero así fue), en este caso el tipo de humor y el registro elegidos muestran un enorme respeto por los temas, los protagonistas y la audiencia. Además de reflexiones auto-referenciales sobre el mundo de la interpretación, las películas, las series, etc., The Kominsky Method ofrece batallas dialécticas rápidas y sutiles que no arrancan carcajadas, pero sí mantienen la atención, el interés y la sonrisa… a veces de ternura, a veces irónica, a veces de tipo sarcástico.
4. El novedoso foco narrativo: Como se ha apuntado más arriba –y como se ha recordado en un post anterior de este blog– la variable de edad no se incorpora con frecuencia de forma positiva a las ficciones televisivas. Si bien el peso de la cuestión etaria es más grande para las mujeres, es imposible negar que los varones considerados “viejos” también tienden a desaparecer como protagonistas si no es en personajes muy planos o estereotípicos (“padrinos” mafiosos, cascarrabias objetos de burla o rechazo, ejecutivos agresivos que dan el relevo a “cachorros” igual de machos que ellos, etc.). En la creación de Lorre para Netflix, Sandy Kominsky y Norman Newlander son septuagenarios de carne y hueso con arrugas, problemas de próstata, cataratas, manías, dolores, experiencia, sabiduría, sorna y todo lo demás. Colegas de profesión (Sandy como actor, Norman como su representante), son ante todo amigos. Sus tête-à-tête no pueden evitar recordar a los de Grace y Frankie en la serie homónima, y con ellas forman una de las parejas menos convencionales de la comedia actual.
5. Su margen de mejora: Aunque esto podría ser una desventaja, el amplio espacio que le queda a Chuck Lorre para hacer crecer esta serie puede considerarse un punto a su favor. Es apetecible ver si el creador de Kominsky será capaz de dibujar con trazo un poco más fino a sus personajes secundarios, por ejemplo (el alumnado de Sandy en particular es una especie de actante colectivo más bien tirando a plano). Es interesante también intentar adivinar con qué referencias fílmicas y teatrales jugará en el futuro, proporcionando ese efecto recompensa para el espectador informado que tan bien han sabido explotar otras comedias The Simpsons o Gilmore Girls. Yo, en particular, me he quedado con ganas de más escenas entre el viudo Norman y su difunta esposa Eileen (Susan Sullivan); las que hemos visto hasta ahora no tienen precio. Que vuelva pronto el brillante fantasma; Norman y yo lo echamos de menos.