5 reflexiones en torno a «The Assassination of Gianni Versace» (FX, 2018)
Hace apenas un mes que se iniciaba la emisión de la segunda temporada de American Crime Story creada por Ryan Murphy, en esta ocasión dedicada al asesinato de Gianni Versace. En su momento, y solo con dos episodios emitidos en los Estados Unidos, redactamos un post en el que ofrecíamos las posibles claves de lectura de esta nueva serie que prometía seguir hasta cierto punto la estela marcada por su antecesora, The people vs O.J. Simpson. Una vez finalizada su emisión tanto en Estados Unidos como en España gracias a Antena 3 y al hecho de estar disponible en Netflix, podemos realizar un recorrido completo a The Assassination of Gianni Versace de la que vamos a ofrecer cinco reflexiones que completan y/o matizan las primeras impresiones de la serie. Y no hemos utilizado el término usual de esta sección «para verla» porque creemos que las producciones de Murphy son de obligado visionado.
Ya desde las primeras noticias de la renovación de American Crime Story —e incluso antes de esta renovación— sabíamos que uno de sus argumentos se centraría en el asesinato de Gianni Versace; aún más, que se centraría en la figura de su asesino Andrew Cunanan. Así, las presuposiciones de este planteamiento parecían evidentes: se desarrollaría el personaje de un asesino serial, el entorno en el que se moverían los personajes probablemente pivotaría entre el sofisticado mundo de la moda y el ambiente homosexual de la década de los noventa; y reflejaría las pesquisas realizadas por el FBI para capturar a Cunanan. Todo ello se sustentaba por el título del libro de Maureen Orth que servía de base al guión realizado por Tom Rob Smith y que insistía en la persecución de Cunanan como uno de los más grandes fracasos de la policía estadounidense.
1. Una narración inversa al servicio de la construcción del personaje. Las presuposiciones mencionadas tan solo se cumplirán al iniciarse la temporada ya que el espectador se verá rápidamente sumergido en una narración temporal inversa en la que se escenificarán los cuatro crímenes llevados a cabo por Cunanan. Así, a lo largo de casi toda la temporada asistiremos al desarrollo de un personaje con el que las audiencias dificílmente podemos empatizar y que cumplirá, teóricamente, con algunas de las características de los asesinos seriales. Y decimos teóricamente, porque Cunanan no va a seguir un patrón de conducta para cometer los asesinatos —ciertamente violentos y explicitados en las imágenes— sino que estos van a depender de sus condicionantes vitales. Y esta es la virtud que encontramos en la narración inversa que nos proporciona American Crime Story: el abandono del recurso de los flashbacks o de la linealidad más clásica para la construcción de la backstory de un personaje que busca un reconocimiento social, tremendamente falto de cariño y que se construye una biografía falsa para conseguirlos. Pero también esta narración inversa va a jugar en contra de la serie provocando un cambio en el ritmo que va a decaer en los episodios centrales (relacionados con la historia de Jeff y David) en los que la información no avanza, y que solo se retomará en los episodios finales en los que la historia familiar de Cunanan va a jugar un papel decisivo no solo en la comprensión de las motivaciones del personaje sino especialmente en la creación de esa empatía que creemos necesaria aunque el personaje sea tremendamente negativo.
2. El minority biopic y la crítica social. El entorno homosexual va a constituir uno de los ejes en los que se moverá la serie. La re-construcción histórica de la situación social dual de los homosexuales en la década de los noventa en Estados Unidos no va a estar exenta de una fuerte crítica. De esta manera, mientras la homosexualidad va a ser condenada y perseguida en las instituciones —como es el caso del ejército— o va a condenar a las capas sociales menos pudientes a la marginación y /o a la prostitución, las capas sociales pudientes —entre las que se incluiría la figura de Versace además de representantes de profesiones liberales y miembros de la jet set norteamericana— no van a tener excesivos problemas, bien al contrario. Un planteamiento dual y socialmente hipócrita que se reflejará en la contraposición entre el ambiente frecuentado o que envuelve a Versace en las pocas ocasiones que aparece en la serie y el que rodea a Cunanan quien, sin embargo, jamás reniega de esta condición y que transitará entre ambas. Un planteamiento extraordinariamente interesante que conectará la segunda entrega de la serie con otras produccciones de Murphy —como Feud o The Normal Heart— y con la primera temporada de la antología. Un planteamiento que merece, sin duda, una reflexión más profunda que la que podamos hacer en este post.
3. La definición de los personajes y los actores. Uno de los elementos que destacan en The Assassination de Gianni Versace es la definición de los personajes y su milimétrica construcción actoral. Desde las primera imágenes del episodio piloto, las audiencias van a entrar en los dos mundos que retrata la antología: el sofisticado imperio dirigido por un Versace que ejercerá como aglutinador familiar desde su taller de moda y desde la atalaya privilegiada de su villa-romana-en-Miami y la soledad que rodea al personaje de Cunanan en el momento de cometer el asesinato. A partir de esta contraposición que se repetirá en los momentos finales de la antología, por la serie van a desfilar unos personajes perfectamente definidos y que pertenecerán a ambos mundos: Donatella Versace (Penélope Cruz) va a actuar como «viuda» de un hermano al que venera y que debe buscar su propia identidad como creadora; la pareja de Versace, Antonio D’Amico (Ricky Martin), será repudiado por la familia Versace tras la muerte de éste; Jeff Trail (Finn Wittrock) será diseñado como «el» marine expulsado del ejército por su homosexualidad pero cuya vida se rige por un extremo código del honor; David Madson (Cody Fern) será un joven aquitecto deslumbrado por el lujo en el que se mueve Cunanan y que es consciente de la aceptación de su condición homosexual por su familia a través de su relación letal con Andrew; y, finalmente, el drogadicto y portador del VIH Ronnie Holston (Max Greenfield) va a ser la personificación de la homosexualidad más marginal y marginada socialmente. A ellos se unirán, como no podía ser de otro modo los personajes del más que empático Gianni Versace (Edgar Ramírez) y de Andrew Cunanan (Darren Criss).
4. Se echa de menos a Versace… y otras cosas. Tal como comentamos en un post anterior, los quince primeros minutos del episodio piloto dirigido por Ryan Murphy son magistrales. El relato-retrato del personaje de Gianni Versace va a seducir a las audiencias así como su entorno familiar. Sin embargo, esta fascinación creada por Murphy se va desvanecer rápidamente para desgracia de las audiencias y, desde nuestro punto de vista, también del guión. Desde el tercer episodio Gianni Versace y la magnífica creación de Edgar Ramírez va a verse relegada a un segundo plano —o nos atrevemos a decir que a un tercer plano— adquiriendo una funcionalidad casi onírica y que contradice la relación amor/odio que Andrew Cunanan va a sentir por el modisto y que es reiterada sistemáticamente a lo largo de toda la serie. ¿Cuál es su relación? y ¿qué pasó tras la función de ópera y el encuentro entre ambos? son dos de las incógnitas que flotan en la serie y que se cerrarán al final de la misma. Pero no es ese el motivo por el que se echa de menos a Versace, sino por el dinamismo que recupera la serie en los momentos en que este aparece convirtiendose en un soplo de aire fresco en un visionado que, a veces, resulta un tanto monótono. Es más, las intervenciones de Versace sirven para reafirmar —aunque casi de pasada— ese destino conjunto que tendrán ambos personajes al que no será ajeno, como concepto aglutinador, el personaje de Donatella. Pero no solo echamos de menos a Gianni, también echamos de menos la intervención de los agentes del FBI de los primeros episodios que se ven borrados del resto de la serie y que podrían significar la recuperación de la trama del thriller que está implícita en el título de la antología y de la entrega. Y, finalmente, echamos de menos un mayor desarrollo del personaje de Ronnie Holston, uno de los más interesantes y creemos que decisivos del «mundo Cunanan» que se ve engullido por la historia de David y Jeff a los que, con todo el dolor del alma, echamos bastante de más.
5. Un final circular. Afortunadamente algunos de estos puntos no tan positivos se subsanan en los episodios finales en los que se diseña el entorno familiar de Andrew Cunanan y, en especial, su relación con su padre Modesto (Jon Jon Briones) recuperando los momentos siguientes a la muerte de Versace y el desenlace de la persecución de Cunanan. Un final de temporada que cerrará literalmente el círculo iniciado en el episodio piloto y en el que se establecerá una especie de paralelismo entre los finales trágicos de ambos hombres. Un círculo que bien pudiera equipararse a una tragedia real shakespeareana aunque la historia situará a uno de los personajes en un panteón neobarroco y seguirá manteniendo al otro en la más estricta soledad.
Doctora en Filología Hispánica por la Universitat de les Illes Balears. Ha sido investigadora principal del grupo RIRCA y ha dirigido tres proyectos de investigación nacionales competitivos financiados por el gobierno español. Actualmente forma parte del proyecto «Ludomitologías» liderado por el Tecnocampus de Mataró (UPF). Trabaja en ficción audiovisual en plataformas diversas, especialmente en temas de arquitecturas narrativas. Tiene una especial debilidad por el posthumanismo y ha publicado distintos trabajos en revistas indizadas y editoriales de prestigio internacional.