Espías en el purgatorio: «Slow Horses»(Apple TV+, 2022)
Tal como comentamos en nuestro balance personal de las mejores ficciones televisivas de 2022, se observa un cambio en los parámetros de recepción y producción de las distintas plataformas de distribución de contenidos. Una de las plataformas que está ofreciendo contenidos propios de alta calidad es Apple TV+ que combinan no solo temáticas actuales y, en algunas ocasiones , arriesgadas con ficciones más canónicas y probablemente más comerciales, por llamarlo de algún modo, pero con valores añadidos. Basten como ejemplos en los dos últimos años Physical, Roar, Bad Sisters o Severance. Entre la oferta de Apple TV+ se encuentra la serie Slow Horses, basada en la serie de novelas publicadas por Mike Herron entre 2010 y 2021 y protagonizadas por un grupo de investigadores del MI5 británico caídos en desgracia. Una serie cuyas dos temporadas de seis episodios cada una pudimos ver semanalmente en abril y diciembre de 2022 en una inteligente operación de fidelización de los espectadores por parte de la cadena televisiva.
De este modo, Slow Horses presenta a un grupo de espías de la inteligencia británica que han sido defenestrados por motivos diversos y cuyo centro de operaciones es la llamada «Slough House», la casa de la ciénaga en la traducción de las novelas al español aunque su sentido quizá más literal seria el de que el MI5 se desprende absolutamente de un personal aparentemente no deseado o conflictivo. Y estos dos adjetivos son los que definen a cada uno de los miembros de los conocidos como «Slow Horses» que tienen su centro de operaciones en un edificio destartalado en un alejado suburbio londinense. Una base operativa donde son enviados para redimirse y/o purgar unos pecados que o bien son fracasos profesionales o comportamientos personales que alteran las férreas normas establecidas por la directora del MI5 Diane Taverner (Kristin Scott-Thomas). Ni que decir tiene que los desarrollos argumentales confirman que los «Slow horses» son irredentos, por una parte; y que resultarán esenciales para la resolución de los casos de cada una de las temporadas, por otra parte. Unos casos que recuperan las fórmulas del espionaje clásico abandonando cualquier dependencia de las tecnologías en el despliegue argumental. En definitiva, nos encontramos ante un thriller canónico, aunque con matices.
Así, la primera temporada sirve, como no podría ser de otro modo, para la presentación de los personajes y, de manera especial, del jefe del grupo, Jackson Lamb (Gary Oldman). Lamb es un bebedor empedernido, una persona malhumorada, desastrada, esencialmente sucia y maloliente —de hecho, hasta podemos notar el tufo que desprende. Un dechado de virtudes en una configuración de un personaje desagradable y hasta cierto punto antiempático, aspectos utilizados por Oldman para una interpretación histriónica y excesiva hasta cierto punto comprensible. Un jefe que parece desentenderse del caso que ocupa la primera temporada: el secuestro de Hassan Ahmed, sobrino de un importante general pakistaní por parte del grupo ultraderechista «los hijos de Albion» con intenciones políticas. Dada la necesidad de recurrir a contactos poco ortodoxos para la resolución del caso, este es asignado a los «Slow Horses». Si bien los pocos episodios de la temporada hace que el desarrollo narrativo y la resolución final sea acelerada, sí resulta interesante la configuración de los personajes que acompañarán de manera fija a Lamb en la continuación de la serie: River Cartwright (Jack Lowden), enviado a la casa por un fallo en un entrenamiento del MI5 y la madura Catherine Standish (Saskia Reeves) que se convierte en alcohólica tras la muerte de su pareja. Y también resulta importante la revelación final de la temporada en la que se desvela parte del backstory de Lamb a partir del cual el espectador comprende que la dureza del personaje no es más que una fachada tras la cual se esconde una personalidad compleja —hasta cierto punto— capaz de asumir riesgos para salvaguardar la integridad de su gente. Claro que esto implica un desarrollo posterior tal como sucede en la temporada siguiente.
La segunda temporada supone un cambio sustancial en la narrativa de Slow Horses acercándose a temáticas muy cercanas a las fórmulas del thriller de espionaje clásico. De esta manera, la muerte en extrañas circunstancias de un antiguo agente del MI5 conduce a la existencia de células durmientes rusas en suelo británico. O, si se prefiere, a la actualización de la Guerra Fría. De nuevo el grupo de Lamb es el encargado oficial y extraoficialmente de un caso en el que narrativamente se recurre a los tópicos del género: una caricaturizada infiltración de River Cartwright y una encerrona en toda regla a los agentes de Lamb en su trabajo como intermediarios entre dos mafiosos rusos por encargo del MI5. Sobre todos ellos estará el trabajo no excesivamente ortodoxo e individual de Lamb. Un aspecto este último muy interesante que supone una extraña combinación entre la figura canónica del private eye como detective solitario que se enfrenta a los villanos de turno y el public eye como grupo institucional organizado en la resolución de un caso. Un esquema que refuerza el personaje de Lamb, por una parte, pero que también lo transforma en un deus ex machina argumental, por otra parte. Algo que no le resta mérito a la serie aunque le conceda un excesivo protagonismo al personaje interpretado por Oldman como casi único cerebro del grupo frente al resto de personajes que se convierten en brazos armados casi de forma exclusiva.
Sin embargo, más allá del centralismo de Lamb, Slow Horses establece una interesante dinámica de personajes como uno de los elementos que mantienen al espectador pegado a la pantalla semana tras semana, especialmente en la segunda temporada. Tal como se ha comentado, cada uno de los integrantes del grupo ha sido enviado al purgatorio por sus pecados como espías. Así River Cartwright parece no superar los entrenamientos básicos requeridos de tal manera que las acciones que se le encomiendan —bueno, que Lamb le encarga— en las dos temporadas pueden asimilarse a pruebas de aptitud de las que no necesariamente sale airoso a pesar del empeño que pone en ellas para poder abandonar «Slough House». Ni que decir tiene que River se convierte en el contrapunto díscolo de Lamb como también lo es Catherine Standish quien realmente lleva la gobernanza de la casa, incluyendo al jefe con quien mantiene una antigua relación de amistad que la convierte casi en la única persona capaz de regañar a Lamb como contrapunto perfecto de este. Como también lo es —y como favorita de Lamb por su profesionalidad— la magnífica incorporación de Shirley Dander (Aimé Ffion) en la segunda temporada, enviada al purgatorio por sus problemas de ira que alcanzan a sus anteriores jefes. Un personaje cargado de adrenalina que se contrapone al apático y bastante vago Roddy Ho (Christopher Chung) dedicado al hacktivismo en horario laboral. A ellos se unirán como agentes de campo Louise Guy (Rosalind Eleazar) quien se considera una profesional injustamente castigada por el único fallo cometido en su carrera y el extremadamente normativo Marcus Longridge (Kadigg Kirwan) incapaz de superar su ludopatía. Una estructura grupal impecable que, sin duda, irá desarrollándose en las dos temporadas confirmadas hasta el momento.
A pesar de seguir esquemas ya vistos en ficciones de espionaje, Slow Horses es una serie que engancha al espectador. No solo por la acertada temporalización de las dos temporadas emitidas hasta el momento sino especialmente por la construcción de la geometría de sus personajes que, en definitiva, son personas «problemáticas» que deben convivir en un espacio para ellos hostil, deben trabajar juntos pero sin perder en ningún momento los atributos por los que han llegado a «Slough House». Así, el valor de la serie está justamente en el avance que se observa en el diseño de estas personalidades contrapuestas y no tanto en los casos a los que se enfrentan. Un enganche para el espectador que dramatúrgicamente ha evolucionado también al incorporar en su segunda temporada temáticas clásicas y esquemas conspirativos políticos que tendrán su continuación en la tercera temporada tal como se observa en el avance emitido tras la finalización de la segunda entrega. Otro acierto de Apple TV+ para abrir boca. Y la verdad es que funciona.
Doctora en Filología Hispánica por la Universitat de les Illes Balears. Ha sido investigadora principal del grupo RIRCA y ha dirigido tres proyectos de investigación nacionales competitivos financiados por el gobierno español. Actualmente forma parte del proyecto «Ludomitologías» liderado por el Tecnocampus de Mataró (UPF). Trabaja en ficción audiovisual en plataformas diversas, especialmente en temas de arquitecturas narrativas. Tiene una especial debilidad por el posthumanismo y ha publicado distintos trabajos en revistas indizadas y editoriales de prestigio internacional.